Compañía (im)perfecta
El cine, como arte que es, muchas veces es usado como herramienta para hablar de ciertas preocupaciones, de ciertos temas del momento y ofrecer una mirada al respecto.
A veces esa mirada se cuenta en un sentido más literal y otras, se recurre a sentidos más amplios o sugerentes como las metáforas.
La ciencia ficción es un género particularmente utilizado para hablar del futuro de la humanidad, de quiénes somos como seres humanos y las preocupaciones morales que derivan de la carrera tecnológica. Esa carrera que a veces pareciera que nos torna más fríos, más materialistas y en la que, cada vez más, lo que asoma es la ambición.
Companion, o Compañera perfecta como se llamó en español, trata de estos temas retratando un mundo del futuro, no tan lejano al nuestro, en el que la compañía se compra por internet, los recuerdos son ceros y unos, y el dinero parecería resolverlo todo. Un mundo en el que la tecnología nos permite hacer y deshacer a piacere y en el que es ella misma la que le da accesibilidad a que lo peor del ser humano salga a la luz.
La muerte de un multimillonario desencadena una serie de acontecimientos para Iris y sus amigos durante un viaje de fin de semana a su finca junto al lago.
Escribiendo el guion, Drew Hancock, director y guionista de Companion, se enfrentó a la escena en la que Josh e Iris están llegando a la casa en la que van a pasar un fin de semana con sus amigos. Entonces se planteó una pregunta: ¿qué tal si en vez de contar una película sobre un robot mujer con el que todo sale mal, humanizo a este robot y narro desde su punto de vista? Así Companion se convierte en un drama de ciencia ficción poco tradicional. Nos importa un personaje que no siente. Además de esta decisión, Hancock toma otras que son acompañadas tanto por las participaciones actorales como por las ejecuciones del equipo técnico.
Parece una película de relaciones: una historia romántica de chico conoce chica, se enamoran, ella conoce a sus amigos; parece, porque solo los primeros minutos son así. De pronto pasa a ser un thriller en el que hay una muerte inesperada, un policial en el que hay que encontrar a la asesina que se escapó, una película de suspenso que se vuelve imprevisible a cada paso, y una comedia con momentos de humor en medio de la desesperación que aportan al entretenimiento.
Vayamos a la escena inicial, la escena en la que vemos cómo se conocen. Ella nos cuenta que solo hubo dos momentos en los que fue feliz: cuando lo conoció y el día en el que lo mató.
Iris: There were two times I felt truly happy. First, the day I met Josh; second, the day I killed him.
Este diálogo en off perturba. ¿Qué pasó entre uno y otro momento? Y ahí enganchado el espectador, empieza la película.
Desde el comienzo vivimos una humanización de este personaje que parece perfectamente un humano convencional. Ella es una chica muy atractiva, muy perfecta. Ellos parecen una pareja enamorada normal. Si bien hay algo que no encaja. Algún gesto, alguna respuesta de él; pero quizá es ella la que está más enamorada. Después entendemos estas sutilezas que se hacen visibles con mayor detenimiento.
Lo incómodo o la sensación de fuera de lugar, se sacía cuando aparece una primera respuesta. Ella es un robot de compañía que no puede mentir ni desobedecer las órdenes de la persona con la que conecta (establece un link). Pero no lo sabe.
Es precisamente su link, Josh (Jack Quaid), quien le cuenta a este genoide llamado Iris (Sophie Thatcher) cómo efectivamente se conocieron y que su rol es ser su novia luego de que no tiene más remedio. Ella parece sentir pero no puede, no puede saber lo que es el dolor. Es solo una cuestión de programación. Pero algo parece no estar bien, ella hizo daño. A partir de ahí, Iris empieza a mostrar cierta autonomía, una programación que no vino de fábrica. Y Josh empieza a perder el control sobre ella.
A través de este vínculo de poder de Josh con Iris, la película desarrolla una capa de sentido bajo el manto del thriller de terror que propone como trama principal.
Por una parte, habla de un futuro en el que la tecnología parece empezar a sustituir los vínculos humanos, en un nivel totalmente desechable o incluso usada para cometer delitos y salirse con la suya. Todo sea por la ambición reinante.
También habla de violencia doméstica. Esos vínculos de pareja en los que los hombres se creen dueños de la mujer. En este caso, la existencia de una aplicación que gobierna cómo se mueve el robot, parece la analogía perfecta para tratar este tema. De pronto estamos inmersos en una escena tras otra de este tipo de violencia. Él prefiere que sea menos inteligente, prefiere que haga lo que él quiere cuando él quiere, prefiere que se calle o duerma cuando él decide. No por casualidad es un robot femenino.
Y a través de todos estos, trata un tema clave. En palabras de su director: es una película de auto descubrimiento. Ese es el arco del personaje de Iris. Un robot que ama al punto que le duele y que tiene que vencer para existir de forma independiente.
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Compañía perfecta recorre varios géneros para forzar dos preguntas inevitables: ¿cuál es el lugar que le estamos dando a la tecnología?, ¿los seres humanos finalmente podrán sentir? Preguntas que afloran en medio de una película de terror con rasgos de humor y suspenso que mantiene al espectador atrapado y atraído por dos protagonistas carismáticos con una química envidiable.
Esta película es escrita y dirigida por Drew Hancock y es del 2025.
Actualmente está en salas de cine.
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